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Opinión - 06.02.2019

Cambio en El Salvador

Con Nayib Bukele, otra democracia será gobernada por un candidato antisistema

La victoria de Nayib Bukele en las elecciones presidenciales de El Salvador celebradas el pasado domingo pone fin al sistema bipartidista que ha gobernado el país centroamericano desde el final de la sangrienta guerra civil que lo azotó entre 1980 y 1992. Bukele, que se definió a sí mismo durante la campaña como “candidato antisistema”, obtuvo una aplastante victoria en la primera vuelta frente a sus rivales del izquierdista Frente Farabundo Martí (FMLN) y la derechista Arena. El Salvador se suma de esta manera a la lista de democracias que por todo el mundo asisten a cómo el electorado da la espalda a formaciones que han garantizado su estabilidad pero a las que también se acusa de inoperancia para hacer frente a los problemas que preocupan a la ciudadanía.

Así, la violencia, la corrupción y la desigualdad económica se han convertido en el objetivo de un candidato joven —pertenece a la generación millennial— que ya demostró gobernar eficazmente la capital del país como alcalde y que saltó a la arena nacional sin las condiciones mínimas que en principio le hubieran convertido en una opción con posibilidades. No tiene partido propio estructurado, sino que se unió a uno ya formado para acceder a la candidatura, dice “no tener ideología” y carece de equipo de Gobierno. En el Parlamento apenas tendrá respaldo y ha prometido un ambicioso programa de obras públicas cuando en realidad las cuentas del Estado presentan importantes problemas.

Sin embargo, nada de esto ha frenado ni el entusiasmo de Bukele ni el de una base electoral que cada vez se ha ido ampliando más y más. El presidente electo salvadoreño ha realizado una campaña rompedora e iconoclasta con la utilización masiva de Internet y con un lenguaje, también en las formas, completamente alejado de sus rivales. Sería un error, por ejemplo, considerar como una frivolidad que su primer acto en la noche electoral fuera sacar un móvil y hacerse un selfie con sus seguidores. Forma parte de una planificada estrategia que ha dado óptimos resultados y que abren otra forma de entender la política. Pero una cosa es ganar unos comicios utilizando las redes sociales y otra muy distinta es que sean esos los medios adecuados para dirigir un país. Resulta reveladora la dificultad para encasillar políticamente a quien presidirá El Salvador a partir de junio. Aunque militó en el FMLN, la formación que le ha ayudado a presentarse es abiertamente conservadora. Lo único claro —y no es poco— es que el eje bolivariano ha perdido un simpatizante. Bukele ha criticado duramente tanto al nicaragüense Daniel Ortega como al venezolano Nicolás Maduro. El Salvador se ha sumado a la nueva forma de hacer ganar campañas. Ahora queda lo más importante: hacer política para sacar adelante su país.

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