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Opinión - 01.04.2020

Bolsonaro convierte a los brasileños en conejillos de indias

¿Qué sucede cuando, en una pandemia, una población se vuelve rehén de un gobernante que niega la ciencia?

Ni el cine catastrófico de Hollywood ha sido capaz de crear a un gobernante que incita a la población a circular por las calles durante una pandemia. Es lo que está haciendo Jair Bolsonaro en Brasil. Parece que lleve a cabo un experimento, al tratar a las personas como ratones de laboratorio sometiéndolos a estímulos contradictorios. Si ignoran la pandemia y viven sus vidas normalmente, ¿se contagiarán o no por el coronavirus? ¿Cuántos morirán si obedecen su orientación errática de volver al trabajo en lugar de seguir las directrices de su propio Ministerio de Sanidad y de la mayoría de los gobernadores? Es un experimento, pero no científico, porque Bolsonaro desprecia la ciencia. Su juego sádico parte de su verdad personal, que para él es toda la verdad existente y no necesita someterla a pruebas y contrapruebas. Parte también de un miedo atroz a que su gobierno se asocie a la recesión que se avecina, con lo que no resultaría reelegido en 2022.

¿Qué sucede si un presidente hace una declaración oficial contra el fin del aislamiento durante una pandemia? ¿Qué consecuencias tiene que el líder del mayor país de Sudamérica, con más de 210 millones de habitantes, contraríe las directrices de la Organización Mundial de la Salud? ¿Qué efecto causa en la población un Gobierno que ignora los errores y aciertos de los países que ya han alcanzado al auge de la covid-19? Brasil y el mundo pronto lo descubrirán.

Según un estudio realizado por el Imperial College de Londres, si no se toman medidas de aislamiento total, en Brasil podrían morir más de 1,15 millones de personas por el coronavirus. Con aislamiento, el mismo estudio calcula unas 44.000 víctimas mortales. La diferencia es más de un millón de vidas. Pero Bolsonaro solo cree en sí mismo.

Hasta Donald Trump retrocedió ante la pandemia, forzado a comprender que hay momentos en que incluso un mentiroso contumaz no puede negar la realidad. Bolsonaro ha decidido convertir su guerra contra la ciencia en una guerra contra la población. En diferentes puntos del país se han realizado caravanas, incitadas por el presidente, para solicitar que se reabra el comercio. La Justicia se ha visto obligada a detener una campaña oficial contra el aislamiento. Twitter, Facebook e Instagram eliminaron publicaciones de Bolsonaro que generaban «desinformación» capaz de «provocar daños reales a la gente».

En la pandemia de covid-19, Bolsonaro se ha alejado de los otros déspotas elegidos por votación. Ya no forma parte del mismo grupo. Empieza a escribir su propio capítulo. Si sucede lo peor, podrá pasar a la historia como el gran villano de la amenaza global más urgente de este siglo. Y quizás responder por sus crímenes ante el tribunal de la humanidad.

Traducción de Meritxell Almarza

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