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Opinión - 13.03.2019

Antisemitismo y política de identidades

La polémica refleja la propia crisis generacional y de identidad del Partido Demócrata

La Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó una resolución el pasado jueves condenando el odio y la intolerancia. La iniciativa se produjo a raíz de los comentarios de la congresista del Partido Demócrata Ilhan Omar. En una serie de tuits, Omar afirmó que en Norteamérica los activistas a favor de Israel estaban forzando el ser leales a “un país extranjero” y que el apoyo a Israel era “todo por los Benjamín”, una alusión a que el dinero judío controlaba la política exterior.

Entre los prejuicios antisemitas más arraigados destacan tres: la imagen del judío avaro, la idea de que los judíos forman una red internacional que confabula para hacerse con el poder mundial y la sospecha de que, en última instancia, su compromiso político primordial es con Israel, y solo después con el país de residencia. En sus declaraciones Omar tocó todas las teclas.

La controversia ha sido explotada por los republicanos. Omar, por su condición de mujer negra, musulmana cubierta con hiyab, y refugiada somalí, ha sido desde un principio objeto de escrutinio por los conservadores. También le ha explotado al Partido Demócrata cuando elaboraba una resolución condenatoria y se enredó en una maraña de política de identidades. Lo que iba a ser un simple rechazo hacia la intolerancia antisemita derivó en una letanía que se remontaba al caso Dreyfus e incluía a musulmanes, hindúes, sijs, americanos nativos, asiáticos, latinos e isleños del Pacífico, el colectivo LGBT, otra gente de color e inmigrantes.

Para Zack Beauchamp existen en política dos tipos de antisemitismo: uno vinculado a la izquierda, que convierte las críticas legítimas a Israel en teorías de conspiración; otro, el de la derecha, que acusa a una camarilla de judíos ricos de la inmigración masiva y la política cultural de izquierdas. A estos dos habría que añadir un tercero, el que se produce en el mundo islámico y que, en palabras de Fareed Zakaria, se está extendiendo como el cáncer. Los tuits de Omar se enmarcan en el primer tipo. Con su referencia a que “todo” era una cuestión de dinero, incurrió en la generalización de los estereotipos. Podría haber planteado una crítica a la política de Netanyahu o a las maniobras del lobby pro Israel más poderoso. Su error fue asociar la parte con el todo. En respuesta, recibió un contragolpe feroz en la misma línea de flotación: la difusión de un póster en el que aparecían las Torres Gemelas de Nueva York con su foto y la frase “no olvidemos”. Otra generalización, esta vez islamófoba, que incide en la imagen de los musulmanes como terroristas en potencia.

La polémica refleja la propia crisis generacional y de identidad del Partido Demócrata en un momento de auge del antisemitismo. También la complicada tarea de equilibrar identidades y visiones, en una sociedad cada vez más compleja y diversa en lo étnico y religioso.

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