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Internacional/Mundo - 10.01.2019

Tshisekedi, el hijo que escapó de la sombra del padre para ser presidente del Congo

El líder opositor congoleño Félix Tshisekedi consiguió el miércoles lo que su padre no logró en más de cuarenta años: ganar unas elecciones presidenciales en la República Democrática del Congo (RDC).

Según los resultados provisionales anunciados por la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI), Tshisekedi, de 55 años, venció en los comicios con el 38,57 por ciento de los votos.

El candidato superó así a sus principales adversarios, el oficialista Emmanuel Ramazani Shadary y el también opositor Martin Fayulu, en unos resultados que aún debe validar el Tribunal Constitucional.

Tshisekedi fue nombrado por unanimidad líder y candidato de la Unión por el Progreso y el Desarrollo Social (UPDS), la mayor formación de la llamada «oposición pacífica», en un congreso el pasado 30 de marzo.

Sucedía así a su padre, el histórico líder de la UPDS y antiguo primer ministro, Étienne Tshisekedi, quien murió el 1 de febrero de 2016 a los 84 años, en un puesto para el que muchos le veían lejos de la firmeza, la experiencia y el carisma que tenía su progenitor.

De hecho, el «viejo» Tshisekedi había fundado la UPDS en 1982 y era un adversario temido por el dictador Mobutu Sese Seko, que falleció meses después de ser derrocado en 1997, y por los presidentes Laurent y Joseph Kabila, actual jefe del Estado.

La creación del partido le costó el exilio interno forzado por Mobutu (de cuyos gobiernos había formado parte) a su región natal de Kasai (centro), donde la familia permaneció hasta 1985, cuando dieron permiso a su hijo y su esposa para salir.

Vida en Europa

Fue entonces cuando el joven Tshisekedi se mudó a Bruselas y cursó estudios empresariales y de mercadotecnia antes de entrar en política, convirtiéndose en el secretario nacional de asuntos exteriores de la UPDS.

Siempre a la sombra política de su progenitor, la experiencia de Félix Tshisekedi, nacido en Kinshasa en 1963 y padre de cinco hijos, es muchísimo más limitada.

Su único cargo político relevante fue el escaño en la Asamblea Nacional que obtuvo en las últimas elecciones de 2011 y que nunca asumió, por directriz de su padre y como protesta contra unos comicios que consideró fraudulentos.

Su victoria como candidato que se presenta por primera vez a unas elecciones deja, pues, en entredicho a quienes le criticaron siempre y da la razón a sus militantes, que han presentado en los últimos años una fuerte oposición contra el régimen de Joseph Kabila.

Tshisekedi era la opción que la mayoría de expertos y medios barajaban como candidato único de la oposición, pero el 11 de noviembre el nombre de consenso que salió, en una reunión en Ginebra de la mayoría de formaciones opositoras, fue otro: Martin Fayulu.

Tshisekedi firmó ese pacto de unión, pero solo un día después, tras volver a RDC y presionado por su partido, dejó la coalición y el 23 de noviembre formó su propia alianza (Dirección al Cambio, CACH) con otro histórico opositor y expresidente de la Asamblea Nacional, Vital Kamerhe.

Kamerhe, personalidad muy querida en el convulso noreste del país por su mediación en la paz, actuará, según ese mismo pacto, como primer ministro del futuro Gobierno.

Conseguir la paz

Entre las prioridades del líder del mayor partido de la oposición está, al igual que la inmensa mayoría de candidatos, conseguir la tan anhelada paz en el noreste y centro del país, además de acabar con la corrupción o impulsar el crecimiento de la economía.

«Vamos a instalar un Estado de derecho que restablezca la Administración en todo el conjunto del Estado para poder movilizar la riqueza», explicó el ganador a Efe en noviembre en una entrevista.

Antes de conocerse los resultados, Tshisekedi se mostró conciliador: «estoy preparado para tender la mano a aquellos que han gobernado este país. Nos guste o no, tienen una cierta experiencia y conocen el país», declaró a la emisora Top Congo FM.

La figura del líder de la UPDS es, según los expertos, la más moderada para el futuro del país, pues no cuenta con la oposición con la que se hubiera visto la victoria del oficialista Shadary, a todas luces una continuación de los 17 años de Kabila en el poder.

Ni tampoco supone la ruptura que podría representar Fayulu, una cara desconocida que ha conseguido en un tiempo récord el apoyo de muchos sectores de la sociedad civil y de la Iglesia Católica, pero que levanta tensiones en la vieja guardia del régimen kabilista.

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