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Internacional/Mundo - 05.07.2019

Rabia y frustración en Grecia un año después del incendio de Mati

Los vecinos de la localidad costera se quejan de que el Gobierno de Tsipras les ha abandonado a su suerte

Yorgos le cambia la cara cuando recuerda esa tarde y mira a ese acantilado que, desde la terraza del bar donde trabaja, en la localidad griega de Mati, se llega a ver solo si se saca un poco la cabeza por detrás del toldo. «Fue allí… Fue allí donde ocurrió. Fue terrorífico. No se me olvidará nunca», dice.

Todo pasó en una hora y media: era el 23 de julio del 2018 por la tarde y el viento soplaba como nunca lo había hecho. Se declaró un incendio en el bosque de Stamata, en las montañas. El viento, de 120km por hora, catapultó las llamaradas hacia Mati. Los habitantes de la localidad salieron hacia el mar. La carretera quedó colapsada por los coches.

La costa de Mati son todo acantilados y muy poca gente, con las calles bloqueadas, pudo acceder a la única playa de la zona. Las llamas volaban. Algunos se precipitaron a las rocas. Varios murieron dentro de sus coches; otros, encerrados en sus casas. Los cadáveres de un grupo de 26 personas fueron encontrados en la cima del acantilado. Sus cuerpos, abrazados esperando el fuego abrasador. Si el infierno existe, debe de parecerse mucho a esa tarde.

Y, ahora, casi un año después, Yorgos la recuerda abominable. «Fue la vez que he pasado más miedo en toda mi vida. En la playa, dentro del agua, éramos unas 400 personas», explica el joven, que tuvo algo de suerte: Yorgos trabaja en uno de los dos bares que dan a la única playa de Mati. El otro —el que no es el de Yorgos— es ahora historia: una pared hecha ya de puro hollín y las vigas de hierro que, en otros tiempos, aguantaban la estructura del edificio.

Errores

En total, ese día y en las semanas que sucedieron el incendio, murieron 100 personas a causa del fuego. El incendio de Mati tiene el triste honor de ser el más mortífero de la historia de Grecia.

«Las condiciones climáticas y el viento eran tan extremos que no hubo tiempo de reaccionar —explica el presidente de la Federación de Bomberos del país, Dimitris Stathopoulos—. Perdimos la lucha contra el fuego porque nunca llegamos a luchar. Fuimos demasiado tarde».

El bombero continúa: «Pero no todo fue culpa de las condiciones climatológicas. El Gobierno las subestimó. Pensó que había menos riesgo de incendio del que de verdad había. Nunca hubo un plan de evacuación real. Lo había sobre el papel, pero nunca fue comunicado a la población. Y por eso pasó lo que pasó».

La vida sigue

Mati, un año después del día del incendio, está idéntica; con la única diferencia de que los coches derretidos que bloqueaban las calles han sido retirados y que las cenizas del fuego, que lo cubrían todo como un manto gris, se las ha llevado el viento. Por lo demás, Mati está exactamente igual que el día 24 de julio del 2018: los edificios que el fuego se comió —o lo poco que queda de ellos— siguen ahí, impolutos, destrozados, puro escombro. Y sellados, por supesto, por la policía.

Nada ha sido derruido. Nada arreglado. Nada talado. Nada pagado. «El Gobierno no ha hecho nada para solucionarlo —dice Dimas, jubilado y habitante de Mati—. Nos han abandonado. Solo vienen, sonríen, hablan con la gente y prometen. Eso es fácil. Promesas, promesas, promesas. Pero, y luego, ¿qué? ¿Qué hacemos? ¿Arreglar el pueblo? ¿Ayudar a los afectados? Uy, no; demasiado complicado».

Complicaciones para Tsipras

El incendio de Mati fue uno del casi infinito número de crisis que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha tenido que aguantar durante su mandato de cuatro años y medio. Y ha sido, además, especialmente duro, porque la prensa opositora a Tsipras lo ha usado como cuchillo arrojadizo. Hace dos meses, un periódico publicó unas imágenes del primer ministro, líder de Syriza, de vacaciones en un yate. Corresponden a agosto del año pasado: tan solo un par de semanas después del incendio de Mati.

«Hay fuegos—dice Stathopoulos— contra los que no se puede hacer nada. Y ese fue uno de ellos. Pero en cualquier caso, el Gobierno de Tsipras cometió muchos errores. Mintió. Mintió a la gente cuando salió, la primera noche tras el fuego, a decir que no había muertos cuando sí los había y él lo sabía. Mintió a los griegos a la cara. Y mintió, también, cuando dijo que el incendio había sido provocado para intentar exculparse sus responsabilidades».

Ahora, por supuesto, esto le pasará factura. Este domingo Grecia celebra elecciones y Syriza, según todos los sondeos, las perderá. «Con el cambio de gobierno espero que cambie algo, pero no las tengo todas conmigo —dice Dimas, encogiéndose de hombros—. Esto es Grecia. Puede que en vez de cambiar el Gobierno tengamos que cambiar el país».

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