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Internacional/Mundo - 20.03.2019

El último suspiro del Estado Islámico

El Califato escenifica su rendición en Baguz, uno de sus últimos reductos sirios

Desde una montaña al oeste se divisa el río Eufrates, donde se aprecia un saliente de unos centenares de metros que alberga un campo de refugiados. Uno más de los muchos que salpican Siria, si no fuera porque este es diferente. Es lo queda del Califato del Estado Islámico. Los que hace unos años tuvieron las tres capitales de su Estado en Raqqa ( Siria ), Mosul ( Iraq ) y Sirte ( Libia ), además de muchas otras ciudades, ahora viven como refugiados en unos pocos metros cuadrados en Baguz donde se divisan tiendas de campaña, muchas ‘pick up’, algunos coches, y construcciones de tela sostenidas por palos de madera. Se distinguen perfectamente algunas mujeres vestidas con el niqab, niños y varios hombres.

Las dificultades principales a la hora de abordar el ataque al último reducto del Estado Islámico -cuenta Kino Gabriel, portavoz de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS)– fueron dos principalmente. La primera, el hecho de que las fuerzas de la coalición tenían como prioridad tratar de salvar el máximo de vidas de civiles posibles, por lo que un bombardeo a gran escala no era una opción plausible. La segunda era la gran cantidad de tuneles que el Estado Islámico tenía en la zona, lo que les permitía salir prácticamente de la nada e improvisar ataques suicidas o de infantería repentinos. Muchos de los tuneles nacen de las tiendas de campaña, que sirven también de protección en caso de bombardeo. Enseres de cocina, ropa, medicinas, camiones quemados sobresalen, teñidos con la arena del desierto que lo cubre todo. Un paisaje desolador y fantasmagórico.

El trayecto desde Sousa hasta Baguz, de los últimos reductos del Estado Islámico en Siria, son apenas nueve kilómetros que hay que recorrer cada día para poder ir al frente. Pero cuando se hacen a la vuelta, siempre de noche, el paisaje se llena de esqueletos de lo que fueron casas, agujeros enormes de bombas en la carretera y una caravana interminable de coches quemados en algunos puntos del recorrido. Es el legado del Estado Islámico, destrucción y muerte en una revolución secuestrada cuando la ONU y la Liga Árabe abandonaron a su suerte a los civiles.

La imagen de la rendición

La consolidación del Estado Islámico se produjo por tres razones. Una de ellas fue la masacre de la población civil por parte del régimen de Asad, con un balance de cientos de miles de muertos. A eso hay que sumar todas las injerencias externas de muchos otros países que tenían una agenda propia marcada por sus propios intereses. Como colofón, las maniobras internas del propio régimen con la liberación de los presos islamistas. Estos tres vértices permitieron al Estado Islámico crear su Califato en el 2014, sobrevivir hasta el 2019 tras ir desvanaciéndose en un fundido a negro durante los últimos años.

Una de las imágenes del Califato del Estado Islámico puede ser la de una ‘pick up’ militar divisada a lo lejos precedida de varios camiones, algunos de ellos de doble trailer. En el interior, los últimos 500 combatientes y familias que se han rendido en una decisión que significa el fin del Estado Islamico. En la lejanía, entre las montañas y la llanura, se puede oír el llanto de un niño que llama a su madre, niños que nada tienen que ver con la locura en la que les involucraron sus padres, los que ahora han decido finalmente rendirse en lugar de luchar hasta el final para poner a salvo a sus familias. Las Fuerzas Democráticas Sirias les ofrecieron en muchas ocasiones la oportunidad para salvaguardar la vida de los civiles.

Evolución del Estado Islámico

Termina el Califato, ha perdido lo que le daba entidad como Estado; tenía el territorio y las estructuras propias de un Estado. Un Estado Islámico que ha sumergido en el desvarío de su inhumanidad a cientos de miles de personas que han sido asesinadas. En cualquier caso, el fin del Califato no es el fin del Estado Islámico. Cómo evolucionará el Estado Islámico es una incógnita para las fuerzas de seguridad, para los analistas, para la población civil que los sufre y, probablemente, para sus propios militantes.

En el terreno, ya se ve cómo se teje un entramado clandestino -«del Califato a las cuevas», como muchos dicen- con presencia en sus bastiones clásicos de Siria, Libia, Iraq pero también en otros escenarios como Afganistán, Yemen,  Nigeria, Somalia donde forjan alianzas. Es probable que lo que está por venir sea un intento de califato global, mediático, impredecible, capaz de atraer a individuos con perfiles muy variopintos y con capacidad para planear tipologías diversas de ataques terroristas en cualquier parte del mundo.

Los datos (referentes al 2017 pero que marcan la misma tendencia en el 2018, según diversas bases de datos) corroboran un terrorismo cada vez más global con un número inferior de victimas (27% menos en 2017) pero con un incremento en numero de ataques y de países con al menos un atentado (98). El Estado Islámico se confirma como el grupo terrorista más peligroso pero en claro descenso (52%) respecto a anteriores estadísticas. El terrorismo afecta indudablemente más a países en conflicto, la mayoría musulmanes (el 95%) con cinco países concentrando la mayoría de los ataques (Afganistán Irak, Nigeria, Somalia y Siria registraron en 2017 más de mil muertes.

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